
“He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer”.(Lc 22,14—23,56)
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Seguro que en alguna ocasión has visto la imagen que te voy a describir a continuación.
Seas o no muy aficionado al fútbol, puede que hayas tenido la oportunidad de observar una escena en la que los futbolistas de un equipo hacen “el pasillo” a su rival. Antes de comenzar el partido, se ponen los jugadores en fila, unos frente a otros, para que el rival pase entre ellos, recibiendo ese honor al haber sido campeón en alguna competición reciente antes de ese partido.
En algunos casos resulta curioso comprobar cómo esos mismos equipos se han estado “tirando los trastos a la cabeza” a lo largo de toda la temporada y ahora se tienen que poner ahí a simular ante el público esa pleitesía de cara a la galería.
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Tal día como el que hoy conmemoramos, Jesús entraba a Jerusalén, en un burro prestado, y como una estrella.
Le hacían el pasillo como a un campeón.
Le aclamaban, ramas de olivo en mano, jaleándole sin cesar a su entrada a la tierra que no le vio triunfar y en la que, tras intentarlo en varias ocasiones, fue apresado gracias al “favor” de un amigo del que ya tocará hablar en los próximos días.
En las semanas previas había hecho una serie de milagros que habían acrecentado su fama y le habían hecho tan popular, que sin ser necesario más redes sociales que el boca a boca de aquel tiempo, sus hechos se habían “retuiteado” de una forma sorprendente.
Hasta el punto que los que pensaban tenerlo todo controlado, los fariseos de turno, sospechaban que el galileo les iba a echar por alto las fiestas de Pascua si seguía acaparando protagonismo.
Para colmo, el hijo del carpintero, llevaba unas semanas hablando sin parar y comentado a las claras que El era el hijo de Dios y que la Palabra que estaban esperando oír era la que estaban oyendo de su boca, pero eso no entraba en sus planes.
A este hay que prenderle, no vaya a ser que nos alborote el rebaño. Pues nada, a matarlo. Ya hemos hablado del juicio rápido, y de lo mucho que nosotros entendemos de eso…
No necesitaron muchos argumentos los sumos sacerdotes para entregarlo. De manera que tras esa entrada triunfal, pasillo incluido, volvieron a hacerle otro corredor humano, ahora para encaminarle a un Calvario, del que todos conocemos algo aunque sean sucedáneos de los que fue aquel monte de dolor.
Las mismas personas que días atrás agitaban esas ramas de olivo ahora estaban volviendo a hacer el pasillo al campeón de un partido que pensaban se terminaba en la cruz, pero desconocían que tras tres días de añadido, Cristo acabaría dándole la vuelta al resultado.
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Me asomaré al balcón estos días a ver cuántos estaremos ahí, a pie de calle haciendo el primero de los pasillos de esta Semana Santa. Cuántos de nosotros seremos los que jalearemos al del burro prestado aclamándole por sus últimas gestas. Cuántos estaremos ahí, con nuestras mejores galas, para que desde su jaca nos divise con nuestra pose de “Señor que bueno que soy”.
Y me volveré a asomar al balcón para ver cuántos serán los que después de Semana Santa formarán ese pasillo virtual de almas en pena dentro de cuerpos vacíos que aprovechan la más mínima ocasión para ser los actores de reparto que completan un largo corredor de desprecios, olvidos o reproches a ese mismo Cristo que los espera sin desaliento en cada uno de los Sagrarios que hay en las Iglesias donde se guardan (aparcan) las imágenes que durante una semana han venerado a lágrima partida.
Un año entero de espera, para un día de gloria en un burro prestado. Si tengo que tomar lecciones de actitud a imitar en cada uno de los días de Semana Santa, la primera ya la tengo.
¿Sería yo capaz de imitar a Cristo en semejante gesto de humildad?. ¿Ser capaz de verme aclamado, cuando realmente camino a la muerte, sabiendo que voy a ser entregado por los mismos que ahora me jalean?
Si a la más mínima contrariedad ya me estoy revelando, tengo que aprender mucho de la humildad y entrega que Jesús demostró por su causa, por la causa del Padre, a su entrada a Jerusalén.
¡Menudo pasillo al campeón…! ¡Para este viaje, no necesitaba yo estas alforjas…!
Lecciones de actitud en Semana Santa. Domingo de Ramos: humildad y entrega.
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Lázaro Hades.
Señor gracias por tu amor infinito.
Toda una vida me resulta pequeña para agradecer el favor que me has hecho al elegirme como discípulo tuyo.
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