
“No temas recibir en tu casa a María como esposa” (Mateo 1, 16-18.21.24a)
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Papá, entonces, cuando tú eras pequeño, ¿no había nada de lo que hay ahora?. Dijo la pequeña de 6 años.
Bueno, hija, había de todo lo se necesitaba. Contestó el padre, sin saber por dónde le iba a entrar su hija.
Pero papi: no había móvil, no había plancha y tampoco había tele, ¿no?. Insiste ella.
Ya, pero había otras cosas. El padre, sigue en su linea diplomática.
Pero ¿de verdad que no había tele?. La hija no podía creer semejante ausencia audiovisual.
No, hija, no había… Bueno, había alguna, pero muy pocas… y muy gordas. El padre no sabía qué camino tomar.
Entonces, papi, el mundo era muy gris ¿no?. Sentenció la pequeña.
La verdad es que no se cómo llegó mi hija a esa conclusión, pero desde luego la expresión no podía ser más contundente.
Lo curioso es que ese “su mundo” que los hijos vienen compartiendo con los padres en menor cuantía a la medida que su edad avanza, sería completamente gris ahora, aun teniendo tele, móvil, ¡e incluso plancha!, de no ser por la chispa que ellos aportan para romper la monotonía en la que a veces convertimos nuestro caminar cuando se ciñe a actividades mediatizadas únicamente por nuestros intereses.
Por desgracia, hasta llega a ser justificable, aún más en tiempos de crisis, donde el pragmatismo oprime a la creatividad y la ilusión, que siempre tengamos excusas para pasar a un segundo plano los deseos del más débil, en este caso, los hijos.
Hoy, 19 de marzo, la conversión cuaresmal hace una parada para repostar. La solemnidad de San José, obliga, además de ir a Misa, a parar por un día en este tránsito hasta la Pascua, a mirar la figura de una persona, ejemplo de fidelidad, que fue probablemente, la primera que vio el rostro del Hijo de Dios.
Aprovecharé para contar mi experiencia personal con San José. Sigue leyendo →
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