En el mes de mayo, mes de María, son dos las advocaciones marianas que celebramos. Una, el 13 de mayo, Nuestra Señora de Fátima, y la otra, celebrada el 24, es María Auxiliadora.
En este blog se le ha dado siempre un seguimiento muy especial a ambas y hoy nos detenemos muy especialmente en esta advocación por la que tantos cristianos llegan a Cristo.
Comparto algunas pinceladas sobre María Auxiliadora para saber un poco más de ella, pero como siempre insistiendo en la idea que independientemente de las advocación que estemos venerando en este día, nunca podemos olvidar que estamos hablando de una única figura, la Madre de Dios.
Para no olvidarlo, cuento una breve historia que he leído estos días y que deja bien a las claras nuestros instintos.
Contaba un profesor que estando de excursión campestre con sus alumnos de Primaria, aún por cumplir los 6 añitos muchos de ellos, en un paso dificultoso, con algo de pendiente y donde el piso estaba embarrado, uno de ellos tuvo la mala fortuna de resbalar y caer.
Con la cara llena de lágrimas, y barro, con una mezcla de dolor y vergüenza ante las risas de los compañeros, el pequeño, entre llantos solo acertaba a gritar: ¡Mamá, mamá…!